Triste realidad 

′′ CUANDO ME CONVERTÍ EN INVISIBLE… 

Ya no sé en qué fechas estamos, en esta casa no hay calendarios y en mi memoria todo está revuelto. Las cosas antiguas han desaparecido Y yo también fui borrando sin que nadie se diera cuenta.
Cuando la familia creció, me cambiaron de habitación. Después me pasaron a otro menor aún acompañado de mis nietas, ahora ocupo el anexo, en el patio trasero.
Me prometieron cambiar el vidrio roto por la ventana, pero se les olvidó. Y en las noches, que por allí sopla un vientito helado aumentan más mis dolores reumáticos.
Un día por la tarde me di cuenta que mi voz desapareció. Cuando hablo, mis hijos y nietos no me responden. Conversan sin mirarme, como si no estuvieran con ellos. A veces digo algo, creyendo que apreciarán mis consejos, pero no me miran, ni me responden, así que me retiro a mi esquina, antes de terminar la taza de café. Hago esto para que entiendan que estoy triste y para que me vengan a buscar y me pidan perdón…
Pero nadie viene. Al día siguiente les dije:
Cuando muera, entonces sí me extrañarán.
Y mi nieto me preguntó: Estás viva, abuela? (riendo)

He estado tres días llorando en mi habitación, hasta que en una mañana, uno de sus nietos entró a guardar algunas cosas viejas. Ni buenos días me dio, fue entonces cuando me convencí de que soy invisible.
Una vez los nietos vinieron a decirme que íbamos a caminar al campo. Me sentí muy feliz, hacía tanto que no salía!
Fui la primera en levantarme, quise arreglar las cosas con calma, después de todo, los viejos somos más lentos, así que me arreglé a tiempo para no retrasarlos. En poco tiempo, todos entraban y salían corriendo de la casa, tirando bolas y juguetes al auto.

Yo ya estaba lista y muy alegre, paré en la puerta y quedé esperando. Cuando se fueron, comprendí que no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto. Sentí que el corazón se encogía y la barbilla temblaba, como alguien que tenía ganas de llorar. Yo los entiendo, son jóvenes, ríen, sueñan, se abrazan, se besan y yo y yo…. Antes besaba a mis nietos, me encantaba tenerlos en brazos, como si fueran míos. Incluso cantaba canciones de cuna que había olvidado. Pero un día…

Un día mi nieta que recién tenía un bebé me dijo que no era bueno que los viejos besaran a los bebés por cuestiones de salud. Desde entonces no me acerco más a ellos, tengo tanto miedo de contagiarlos! No tengo daño de ellos, los perdono a todos, porque que culpa tienen ellos, de que me haya vuelto invisible?» 

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