Aprendí a no malgastar mi energía en cosas, situaciones y personas que no me aportaran tranquilidad. Solté ideas a las que estuve aferrada durante muchos años creyendo que eran las correctas, hasta que me di cuenta que nada está completamente bien o mal, que absolutamente todo ocurre como debe ocurrir, que no puedo cambiar el destino aunque así lo deseara, que todo proceso es un aprendizaje constante y que el progreso de uno, no es motivo de orgullo para todos, porque incluso hacerse bien a uno mismo, afecta de alguna manera a los demás.
Pude notar situaciones que me afectaban porque yo misma les ponía demasiada importancia, y al final, ni eran tan graves, ni merecían mi preocupación. Aprendí a escucharme más a mi misma cuando deje de pedir consejos, descubrí que tenía mi luz apagada porque mucha gente me robaba la poca energía que me había quedado de las luchas que vivía. Descubrí que la gente me juzgaba mal cuando no me entendía, y que yo no podía pretender que lo hiciera, si no había experimentado el mismo dolor que yo sufría.
Dejé de sentirme mal por no poder ayudar a todos los que me necesitaron, porque aprendí que no soy Dios para poder estar en todas partes al mismo tiempo, ni poder salvarlos cuando van por el camino equivocado. Comencé a pasar más tiempo solucionando asuntos que me habían quedado pendientes mientras ayudaba a otros a buscar soluciones para los suyos.
Entendí que mi misión en su vida no era evitarles el sufrimiento porque todos tenemos que aprender mediante la experiencia, pero podía estar ahí para acompañarle y compartirle un poco de mi esperanza. Por mucho tiempo cometí el error de creer que podía ayudar a llevar sus cargas, pero descubrí que no era lo suficientemente fuerte para hacerlo mientras intentaba llevar las mías, y que era su deber asumir sus decisiones y consecuencias.
Escribiendo me reconocí, y leyéndome pude entender que lo que pensaba no era tan difícil de explicar, pues la gente que no me ayudaba cuando necesité de su apoyo si comprendía lo que estaba viviendo, pero estaba demasiado ocupada con su propia vida para tomarse el tiempo suficiente para escuchar lo que tenía para decir. Entendí que no era su culpa que yo estuviera triste, que ellos también estaban tratando de sobrevivir a sus adversidades.
Aprendí que quienes pensaban que era muy difícil de tratar, me ven siendo totalmente opuesta a ellos y eso me reconforta de alguna manera, porque ser como todos e imitar sus pasos nunca ha sido un objetivo que quiera seguir. Ahora sé que mi espacio es un lugar sagrado, en donde solo puede entrar lo que yo quiero recibir, lo que me hace bien y me aporta serenidad, que cada día que pasa es un escalón más que avanzo hacia mi tranquilidad, que ser exitoso como persona no depende de un trabajo ideal con sueldo de gerente cuando se hace más por necesidad que por pasión, que mi vida no ha sido, no es y jamás será como la gente piensa que debe ser, porque solo quienes me conocen saben que he logrado lo que he querido, que lo hice batallando en silencio y aprendiendo a ser fuerte a mi modo, sin tomar nada de nadie para hacerlo, sin tener que comparar mis metas con las de los demás, porque tengo claro, que cada quien tiene una historia diferente.
Claro que disfruto de compartir con quienes quiero, me río y puedo ser yo así tal cual soy, pero ahora disfruto más que antes de mi propia compañía, porque puedo hacer lo que me apasiona y nadie está allí para decirme que pierdo el tiempo, que me enfoque en otras cosas y que debo hacer esto o aquello. Nunca me había apreciado tanto como ahora y me alegra tener el espacio y el tiempo para descubrir que tengo dentro de mí, toda esa luz que buscaba recibir de los demás en los días oscuros.
Sé que no soy egoísta por defender mi paz porque me ha costado muchas guerras y aunque no lo crean la soledad ayuda un montón a conocernos de verdad, nos mantiene a salvo de lo que nos roba la energía y nos sirve para descubrir lo que creemos perdido. No estoy odiando a la gente, solo estoy reconociendo mi lugar en el mundo y eso cuesta, pero estoy decidida a seguir mi camino y a hacerlo en busca de mi propia felicidad, porque si no lo hago yo, ¿quién más va a hacerlo por mí? Si no protejo mi corazón, ¿quién va a cuidarlo por mí? 
Autor: Eli Bt Fa
Compartir con tus amigos
Comentarios